miércoles, 21 de octubre de 2009

Aproximaciones al Haiku

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Luz negra, corazón pequeño,
sentimientos enormes
y temores perpetuos.

Magníficos delirios, charlas, pasiones y libros

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Café más libro, soledad segura
Telas tersas, sábanas frías, un poco de oscuridad
Frío cálido y dos cuerpos helados
Café más libro, inquietud paciente
Te observo lentamente y tu mirada es esquiva
Cama amorfa, pasiones secretas.
La lujuria avanza por nuestros espinazos
Roce de cuerpos, caricias y llanto
Tus ojos se dilatan, tus pechos desbordan brisa
Café más libro, librería continua
Manos inquietantes explorando edenes
Sonrisas, caricias, excitaciones perdidas
Toco tus pechos y con tu mano guías mi boca
Café más libro, charla amena
Tu cabello; rizos de oro entre lirios.
Saludo, miradas encontradas, pregunta acertada
Brazos confundidos abrazándose entre laberintos
Café más libro, Cortázar, Borges, Paz y Neruda
Sabanas manchadas brillos en la penumbra
Rayuela, un juego y novela predilecta
Filosofía, metafísica, almas infinitas
Choques, encuentros peleas en momentos
Ciencia, ideas, cerebro y pensamientos
Tertulias en la calle, citas frecuentales
Café más libro, amores sin destino
Dos cuerpos solos amándose como locos

Café, libro, tu cuerpo, mi cuerpo
Sábanas, encuentros, mi cuerpo, tu cuerpo
Libro, café, oscuridad, sentimiento
Choques, momentos, mi alma, deseo
Mi cuerpo, tu cuerpo
soledad........
....¡Muerte triunfal!

Respiro… derrames seguidos
Tu figura a lo lejos...
y aquí:
El libro, nuestras citas de amor y la cafetería.

martes, 6 de octubre de 2009

Jesús

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Jesús
Humillado y postrado
Ante la cruz clavado
Sufriendo malherido
Observando desde las alturas
A tus hijos podridos.

Jesús
Golpeado y violado
Atravesado de un costado
Y en las manos
Dulcemente decorado
Por clavos
Que en silencio crearon tus humanos.

Jesús
En la frente tu corona de espinas
Y en el pecho
La marca del vencimiento
Por el amor que tanto predicas.

Jesús
Estás en tu reino
Rey de reyes y señor del cielo
Ven y conoce mi imperio
La tierra, la maldad, el infierno.

domingo, 4 de octubre de 2009

Aceptando la realidad

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Camino solitario en una calle congestionada del centro de la ciudad. Observo a los transeúntes pasar a mi lado, a los autos, a los vendedores ambulantes, a los niños pidiendo dinero en la calle; todo me provoca nauseas. Quien lo diría, un hombre más caminando junto a la realidad o mejor dicho escapando de ella.

Mis pasos van lentos, siempre en contra corriente, tratando de devorar lo aceptable y tratando de escapar de lo negable. Camino sin destino, sin rumbo, sólo camino y espero que en algún lado encuentre ese lugar. Me detengo enfrente de una cantina y miro del otro lado del cristal. Se me antoja una copa de vino tal vez con un poco de su magia la pesadez se aligere. Lastima en mi billetera sólo encuentro algunos cuantos pesos ¿comida o un poco de olvido? Sigo mi camino.

Una chica espectacular pasa a mi lado, una aroma especial, un caminar sin igual, ni una sonrisa ni siquiera una mirada. El frío de la soledad recorre mi espinazo y la necesidad de tener una mujer a mi lado vuelve a punzarme. Mi físico o posiblemente la mirada triste que fluye de mis ojos hagan que las mujeres me vean con insignificancia. Sigo de frente.

La llamada del editor aún no se manifiesta, urge que me llame. La última llamada que recibí de él fue para darme la fabulosa noticia: “Ni de loco publicaría tus textos, son porquería”. Un cigarro, gracias. El olor a tabaco siempre relaja mis pensamientos. Me falta vino, me falta dinero, me falta ella.

Mis últimos poemas son los mejores que he escrito, puedo asegurarlo, los he escrito con puñal en mano y lágrimas como tinta. Y una vez más…

Camino solitario en una calle congestionada del centro de la ciudad. Observo a los transeúntes pasar a mi lado, a los autos, a los vendedores ambulantes, a los niños pidiendo dinero en la calle; todo me provoca nauseas. Quien lo diría, un hombre más caminando, aceptando su insignificante realidad.

jueves, 1 de octubre de 2009

El hombre taciturno

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Un hombre taciturno de pensamientos libres decide subir la antena más alta de su barrio. Guiado por su instinto y el valor de su mirada sosiega escala más y más alto. El coraje es su inspiración y su pensamiento el camino, pues la antena es sólo el medio.

Algunas personas pasan y miran al hombre sin temor alguno, tirándolo de a loco continúan su destino. El hombre escala cada minuto más alto. Pocas personas se reúnen en la antena, se percatan de que hay un hombre sin miedo subiendo tan lejos. Las miradas inquietas de personas curiosas comienzan a idolatrar al hombre taciturno; nunca antes habían visto semejante hazaña.
La multitud se incrementa en cada metro que el hombre sube la antena. Los impertinentes comienzan a cuestionar los actos del taciturno, unos afirman que sus acciones son reproches hacia la violencia que azota el mundo, otros que es sólo publicidad de alguna compañía barata y otros pocos que alcanza un sueño. Más son especulaciones y nadie está tan seguro.

La altura de la antena es interminable, y el hombre apenas ha alcanzado una cuarta parte. Dicen los ancianos que la antena construida en tiempos pasados era un intento fallido de alcanzar el cielo y la gloria del imperio. Leyendas sólo leyendas. Retomando al hombre de mirada sosiega a lo lejos se mira que comienza a cansarse, no por efectos del físico o la pesadez del cuerpo, sino por la fuerza que le impide llegar al cielo.

Los curiosos impertinentes alabarlo han comenzado, más alto, más alto, gritan los humanos. Pero el hombre desfallece a mitad de la antena. Su rostro pinta dolor y su cuerpo doblega ante algo que está y se aleja. La gente afligida decide marcharse, no tiene caso alguno mirar otro desastre.

El hombre cae a una velocidad variable, violando las leyes establecidas de la física clásica. Su cuerpo cae en estremecimiento dejando un hueco en el suelo. Los soñadores rodean su cuerpo y rezan en nombre del dios muerto plegarias ya olvidadas. Dicen las personas que lo acompañaron hasta el fin que las últimas palabras del hombre taciturno fueron “Clavepísculas en la tierra como en el cielo”. Aún se venera ese tiempo.